La tentación de comparar cada una de las sesiones de escucha de este ciclo con el famoso monstruo de Frankenstein alcanza nuevas cotas en esta audición. En ella se reúnen varias piezas —este término resulta aquí bastante apropiado— que hacen referencia a diferentes partes del cuerpo humano (o, en su caso, evocan la propia idea de cuerpo, a menudo en su sentido más material y carnoso).
La música del llorado Juan Antonio Nieto —Pangea— (1961-2022) tiende a subrayar la dimensión física del sonido, una materialidad acústica que a menudo también evoca realidades muy concretas, incluso a partir de breves títulos que pueden orientar la escucha en un sentido muy directo. My Old Radio, Some Pianos and a Bicycle, Metal Pulse... son ejemplos (procedentes, todos ellos, del disco “Test”, editado por Surrism Phonoethics en 2010) de este tipo de descripciones que, aunque sin duda incorporan una clara dimensión narrativa (y, desde luego, poética), igualmente proporcionan una información muy directa acerca del contenido sonoro de la cada pieza. Es, desde luego, el caso de Flesh, la composición que inaugura el citado disco (así como esta sesión de escucha), y donde se activa ese juego entre lo metafórico y lo que podría considerarse “una mera descripción”. Un juego —es decir, una tensión— que estará presente en muchas de las obras incluidas en esta sesión de escucha.
Dedo en el ojo es el título de la siguiente pieza, muy diferente de la anterior no sólo por inscribirse en un registro estético más próximo a la música ambiental (o incluso la “new age”), sino también, y sobre todo, por incorporar, en un plano muy destacado, las sugestivas vocalizaciones de María Villa (fundadora, junto con el guitarrista Suso Saiz (1957) y el percusionista Pedro Estevan (1951), de la Orquesta de las Nubes, en cuyo disco “El orden del azar”, de 1985, se incluye la composición que aquí presentamos). Otra voz indispensable en cualquier crónica de la música experimental creada en España, la de Fátima Miranda, resonará igualmente en los compases finales de esta audición; su pieza Alankara Skin nos hace dudar acerca de si el órgano más extenso del cuerpo humano es, como suele afirmarse, la piel (a la que también alude la composición de Juan José Eslava incluida en este viaje —una pieza que, como la de Miranda, incorpora elementos percusivos de reminiscencias orientales—), o si más bien se trata de la voz.
Las yuxtaposiciones (o, más bien, superposiciones) sonoras mediante las cuales se construyen estas sesiones de escucha nos invitan a reflexionar (o, más bien, conjeturar) acerca de las posibles e imposibles conexiones entre piezas como las anteriormente presentadas. La música de Narcoléptica —Beatriz Vaca Campayo (1985)— conjuga, de manera novedosa, algunos elementos presentes tanto en la tradición electroacústica (e incluso ruidista) a la que puede vincularse el trabajo de Pangea, como también ciertos aspectos propios del “ambient” reconocibles en los sonidos de Orquesta de las Nubes (a todo ello se podrían añadir, por otra parte, componentes más bien asociados con el rock psicodélico más experimental, así como con la música pedal o “drone music”). Two Headed, la pieza que aquí presentamos, fue incluida en el proyecto “Audio-MAD. 100 audio-artistas de Madrid”, organizado por Francisco López para CentroCentro en 2014, y materializado en un DVD con todas las composiciones reunidas en esta iniciativa.
Skin’s Traces, de Juan José Eslava (1970), en principio nos remite a otra tradición diferente de las presentadas anteriormente, a saber, aquella que enlaza con la llamada “música contemporánea”, entendida en el sentido más académico del término. Sin embargo, el propio dispositivo instrumental escogido por el autor (un tambor tradicional, aquí interpretado por la percusionista japonesa Rie Watanabe), así como un manejo abierto del grafismo musical, permiten que la obra de Eslava se aleje de la rigidez propia de un solfeo que sigue atenazando muchas otras composiciones (demasiado) fijadas en el pentagrama. Él mismo escribe lo siguiente: “Focalizar la composición sobre la energía interna del gesto lanza preguntas sobre la notación y la escritura. Skin’s Traces usa un sistema de signos difusos analógicamente relacionados con la emoción de los gestos. Como la música espectral hizo con el sonido, Skin’s Traces es un zoom en los gestos, a través de un simple pero sensible instrumento: el pandero o piel-límite, espacio de irregularidades y de sensualidad”.
Carles Santos (1940-2017) es otro autor cuyos trabajos podrían inscribirse, a priori, en la tradición “clásica” de la “vanguardia” (resulta imposible olvidar sus interpretaciones al piano de obras como las Variationen, op. 27, de Anton Webern, o la Klavierstück IX de Karlheinz Stockhausen, ambas registradas por Carles en 1977). Pero su “minimalismo mediterráneo” está impregnado de una sensual corporalidad que se entrelaza con muy otras tradiciones —como la música para bandas, tan propia del contexto cultural valenciano—, y da lugar a manifestaciones tan singulares como Un dit és un dit.
Si una propuesta como la anterior quiebra cualquier distinción entre lo “culto” o lo “experimental”, por un lado, y lo “popular” (o incluso lo “pachanguero”, y hasta lo sentimentaloide), por otra parte, la composición Vestigial Auriculomotor, de Scumearth —Alonso Urbanos— se ubica entre otras fronteras: las que lindan entre la electroacústica y el punk, o —más precisamente aún— entre la más refinada tradición acusmática y el ruidismo más salvaje. Algo muy similar sucede en otra audición que comparecerá hacia el final de esta sesión, con la pieza de VRIL —Paco Rodríguez— titulada Crossed Skulls (procedente del disco “The Observer”, cuya portada diseñó Alonso Urbanos). En este caso, la digitalidad industrial es conducida hacia sus extremos, generando errores (“glitches”) cuya violencia es imposible disociar de ciertas formas de belleza —que nos ubican, irrevocablemente, en un contexto post-humano donde ya hemos tomado conciencia de nuestro destino como cíborgs (es decir, de la naturaleza esencialmente tecnológica y mecanizada de nuestros cuerpos)—.
La corporalidad, entendida como una temática radicalmente transversal, cruza muy diferentes paradigmas estéticos proporcionando múltiples perspectivas sobre un aspecto fundamental de nuestra existencia como humanos (por mucho que haya sido ferozmente reprimido en todas aquellas tradiciones musicales más estrechamente asociadas con el pensamiento religioso judeocristiano). Esa travesía puede alcanzar, desde luego, a la música creada para cine, y una de las aproximaciones más audaces y experimentales (y, al mismo tiempo, más reconocidas y premiadas) en este ámbito es la que protagoniza el compositor francés —afincado en España— Olivier Arson (1979). La pieza titulada Body, extraída de la banda sonora de la película Cerdita, dirigida por Carlota Pereda, es una perfecta muestra de ello.
Los casos en que una determinada composición musical se repite en varias de las sesiones de Relatos del ruido son excepcionales, pero éste es un adjetivo apropiado para describir Per la sete dell’orecchio, del fundador de grupo Zaj —otro extranjero que afortunadamente podemos considerar también plenamente español, a todos los efectos que aquí nos interesan— Walter Marchetti (1931-2015). En el tercer episodio de esta “Historia escuchada de la música experimental en España” el agua era la temática que hacía pertinente la audición de este trabajo. Ahora es esa alusión a un sediento pabellón auditivo —contenida en el título de la obra— lo que favorece recordar esta contundente propuesta, cuya escucha vuelve a desbordar el ámbito de lo musical en la dirección del arte sonoro, en sus modalidades más poéticamente conceptuales.
Pero esa quimérica oposición entre “música” y “arte sonoro” que se apuntaba en las últimas líneas debe disolverse de una vez por todas (a menos, claro, que deseemos anclar la evolución histórica de la música en un paradigma radicado en el muy pretérito siglo XIX). Un trabajo como Oculus Juya, del compositor Carlos Suárez (1966) demuestra, al desplegar un rigor compositivo perfectamente comparable al del trabajo de Marchetti antes presentado, que el concepto de música puede (y acaso debería) continuar expandiéndose, como ha venido sucediendo en diversas tradiciones culturales durante los últimos milenios. Este profundo aserto sonoro, al igual que Per la sete dell’orecchio comienza de la misma manera que se va —dejándonos, de hecho, con la duda acerca de si estas músicas trascienden la temporalidad a través de la cual se manifiestan ante nuestros oídos—. La noción tradicional de “desarrollo” queda, también aquí, gravemente vulnerada (de la misma manera que sucede cuando intentamos aplicar cualquier planteamiento narrativo a nuestras propias vidas).
Las noches del 21 y el 22 de mayo de 2009, en el patio de La Casa Encendida (Madrid), un conjunto de artistas formado por Toña Medina, Ángeles Oliva, Los Torreznos (Jaime Vallaure y Rafael Lamata), Nilo Gallego y Carlos Hurtado presentó algo que Medina y Oliva —responsables de la idea original, así como de la coordinación del proyecto— describían así: “Un programa de radio subido a cuatro escenarios. A través de las voces, sonidos artesanales, música en directo o ediciones de audio los artistas crean piezas que juegan con la espacialidad del sonido. Obras sonoras que se intercambian, se mezclan y conforman un único programa de radio. Es una radioperformance inspirada en el programa de radio Para acabar con el juicio de dios que Antonin Artaud realizó en 1947 por encargo de la Radio Nacional Francesa. La emisión radiofónica fue censurada, pese a haberse anunciado para el 2 de febrero de 1948. Se realizó un pase privado en un cine abandonado de París. Artaud murió un mes después. El programa no se emitió en la radio hasta 1973”. Aquí presentamos algunos extractos de aquella memorable radioperformance.
El cuerpo —lo que equivale, siempre, a decir: la idea del cuerpo— ha permitido atravesar muy diferentes registros estéticos en una sesión de escucha que, apelando a una lectura algo perversa de una conocida composición de Alejandro Sanz, también puede estrechar una de sus extremidades con el pop de vocación más comercial. Los dos cogidos de la mano es un trabajo de Monito Dinero publicado en 2023 que nos recuerda, entre otras cosas, cómo a menudo los cuerpos pueden reaccionar de maneras relativamente ajenas a cualquier tipo de racionalidad.
> Ponente: Miguel Álvarez-Fernández